Hoy
cuando en ti pienso, linda madre mía, Quiero sentarme a tu lado para que del
tiempo hablemos, eres mi sabia madurez, mi madrecita adorada, ven, siéntate al lado, de quien con amor te
venera. Quiero que hablemos de cosas, del pasado y del presente, recuerdos que
son tuyos, que son míos, que son
nuestros, quiero que hablemos de cosas, las que llevamos en el alma, quiero ver
en tus ojos todo el amor que me regalas.
Hoy
cuando tu cabello observo con sus incontables canas, me doy cuenta que
destellan por todos los años pasados. Junto a él esas arrugas, como señalando
el tiempo, en cada una de ellas se reflejan tus desvelos. Ahora dime, madre
mía, ¿cuáles te habré yo causado? sin intención alguna por algún mal proceder.
Ven madrecita querida, tomémonos un café, Sírvemelo con esas manos. Esas que
son las que con ternura me acariciaron.
Las
manos que mecían mi hamaca, cuando el calor apretaba las que me abrigaban, en
las noches cuando la temperatura bajaba, esas manos que siempre cocinaban la
comida más gustada las que acomodaban mi ropa cuando no estaba arreglada, hoy
el tiempo inexorable, por supuesto ya ha pasado, y aunque con parquedad tus
manos mis facciones hoy tocan, son la mas tierna caricia que algún ser me ha
regalado son esos ojos bellos, son esos ojos santos que aún están llenos de
esperanzas para sus seres amados.
Tú
conoces mis penas, las que llevo en el fondo de mi alma, mis angustias, mis
secretos, mis luchas y mis recuerdos. Solo tu madre querida supiste leer como
entre líneas de un libro, ese lenguaje secreto que hoy me conecta contigo, así
puedo decir las cosas, las cosas que dentro llevo, es como palabra divina que
viene del mismo cielo, cuando estoy justo a tu lado huele fresco, y sabe a
dulce porque nada hay más sincero que tu amor imperecedero, ya que el amor de
una madre no tiene plazo, ni vencimiento.
Hoy
tu andar es pausado, dando pasos más pequeños, Tu voz aunque decaída, sigue
sonando a verso. Tu espalda está pesada por el peso de los tiempos, Pero eso no
te importa, porque orgullosa te observo, Si tu meta alcanzaste, eso, eso lo
dicen los hechos, tus hijos son tu gran obra, mejor que la de un maestro. No
importa cuántos años sean, lo que cuenta es el provecho, a que cuando cuentas
des, no habrá reproches, menos lamentos.
No
madrecita, no te apures, ven con tu paso
lento, que quienes hoy por ti esperan son tus mejores ejemplos. Hoy todo está
hecho y servido, y en la mesa está tu puesto debo confesarte una cosa, un
obsequio te he traído. Un ramillete de rosas que representan tus hijos, además
quiero pedirte, cuando ellas ya estén secas las guardes en el baúl, donde
guardas tus recuerdos y hoy que es tu día, brindemos; con júbilo y emoción. Por
todos los aquí presente y por los que ya partieron.
Joel Paz
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