domingo, 1 de noviembre de 2015

Carta de Amor a la Madre



Carta a Eva

Hoy cuando en ti pienso, linda madre mía, Quiero sentarme a tu lado para que del tiempo hablemos, eres mi sabia madurez, mi madrecita adorada,  ven, siéntate al lado, de quien con amor te venera. Quiero que hablemos de cosas, del pasado y del presente, recuerdos que son tuyos, que son  míos, que son nuestros, quiero que hablemos de cosas, las que llevamos en el alma, quiero ver en tus ojos todo el amor que me regalas.

Hoy cuando tu cabello observo con sus incontables canas, me doy cuenta que destellan por todos los años pasados. Junto a él esas arrugas, como señalando el tiempo, en cada una de ellas se reflejan tus desvelos. Ahora dime, madre mía, ¿cuáles te habré yo causado? sin intención alguna por algún mal proceder. Ven madrecita querida, tomémonos un café, Sírvemelo con esas manos. Esas que son las que con ternura me acariciaron.

Las manos que mecían mi hamaca, cuando el calor apretaba las que me abrigaban, en las noches cuando la temperatura bajaba, esas manos que siempre cocinaban la comida más gustada las que acomodaban mi ropa cuando no estaba arreglada, hoy el tiempo inexorable, por supuesto ya ha pasado, y aunque con parquedad tus manos mis facciones hoy tocan, son la mas tierna caricia que algún ser me ha regalado son esos ojos bellos, son esos ojos santos que aún están llenos de esperanzas para sus seres amados.

Tú conoces mis penas, las que llevo en el fondo de mi alma, mis angustias, mis secretos, mis luchas y mis recuerdos. Solo tu madre querida supiste leer como entre líneas de un libro, ese lenguaje secreto que hoy me conecta contigo, así puedo decir las cosas, las cosas que dentro llevo, es como palabra divina que viene del mismo cielo, cuando estoy justo a tu lado huele fresco, y sabe a dulce porque nada hay más sincero que tu amor imperecedero, ya que el amor de una madre no tiene plazo, ni vencimiento.


Hoy tu andar es pausado, dando pasos más pequeños, Tu voz aunque decaída, sigue sonando a verso. Tu espalda está pesada por el peso de los tiempos, Pero eso no te importa, porque orgullosa te observo, Si tu meta alcanzaste, eso, eso lo dicen los hechos, tus hijos son tu gran obra, mejor que la de un maestro. No importa cuántos años sean, lo que cuenta es el provecho, a que cuando cuentas des, no habrá reproches, menos lamentos.

No madrecita,  no te apures, ven con tu paso lento, que quienes hoy por ti esperan son tus mejores ejemplos. Hoy todo está hecho y servido, y en la mesa está tu puesto debo confesarte una cosa, un obsequio te he traído. Un ramillete de rosas que representan tus hijos, además quiero pedirte, cuando ellas ya estén secas las guardes en el baúl, donde guardas tus recuerdos y hoy que es tu día, brindemos; con júbilo y emoción. Por todos los aquí presente y por los que ya partieron.


Joel Paz

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