Los
viejos amantes
Puedo
decirte que a estas alturas de mi vida, me doy cuenta cuánta razón siempre
tuviste, al final de la jornada de la vida, la certeza de tu razonamiento
cuando esa noche en aquella primavera, que hoy parece tan lejana, mientras la
lluvia copiosa nublaba nuestra vista, en ese entonces fui incapaz de decirte,
es cierto lo que dices. Pero ¿Sabes qué? Siempre fuiste tan sensata y tan
certera que hoy, me alegro por aún tenerte a mi lado. Si, tuviste la razón, sin
embargo, tu amor por mí fue más poderoso que la conciencia de saber que no
tenía la razón.
En
mi memoria está presente lo que casi entre murmullos, como queriendo disimular
lo que querías decir. Qué mis oídos alcanzaron a escuchar. Pues no, quiero
decirte que, tu voz sonaba en mis oídos como armonía deliciosa que deleita el
corazón en compañía de la lluvia, que aunque nos empapaba la ropa, haciendo que
el frío se nos calara hasta los huesos. No me sentía ni menos, ni desamparado,
porque tu presencia me proporcionaba el tibio calor que mi alma necesitaba para
vencer el impasible frío de la indiferencia. Claramente hoy que ya han pasado
más de veinte años, comprendo que quien se encontraba errado no era otro si no
yo, no te fuiste, no huiste, quedándote a mi lado.
Aun
cuando parezca que pensar y recordar es tarea fácil. Esa noche no hablamos, ni
nos miramos, ni te dije tienes la razón, ni siquiera hubo un te amo. Solo un
silencio que hasta aburrido era, con una indiferencia que podría llamarse
cobarde. Desde aquel entonces hasta hoy muchas lunas han pasado, muchos soles
han brillado, muchas lluvias nos han mojado. No pretendo justificarme, ni
tampoco conformarme. Ya cuando los años han dejado huellas en nuestras almas
juntos, no me atrevo ni a pensar que sería de nosotros si el hilo que nos ha
unido se rompiese, que pasaría si, el carrusel de la vida se detuviese sin
haber llegado al final del camino. Me siento cobarde de solo pensarlo y un
temblor estremece mi ser. Entonces me doy cuenta cuan sería grave si esto
sucediera. Pero que grato es darme cuenta que nada de eso ha pasado.
La
ruleta gira para detenerse en el punto que deba, sin preocupación alguna vuelvo
mi mirada atrás, y me doy cuenta que nunca hemos dejado de vernos, ni de soñar,
ni de reír, ni de querernos, todavía necesitamos tomarnos de la mano mientras
el sueño nos vence y entregamos nuestras vida en su regazo. Tengo que ser
sincero. No sabría qué hacer, no es que ande buscando respuesta alguna,
simplemente, digo lo que digo, pues así lo siento, porque me siento valiente
con el coraje que me ha dado el tiempo.
Que
hermoso es recordar, como los amantes viejos, cada año que hemos vivido nos da
la respuesta a cualquier pregunta. Nunca hemos dejado que el olvido haga
su nido en el nuestro, jamás el podrá borrar cada instante, ni cada momento que
en nuestro largo recorrido hemos andado el uno al lado del otro. Entre las
cosas bellas de toda una vida vivida, es que ya no existen secretos. No existe
un yo, sino un nosotros. Ha valido la pena todos los altos y bajos, que errado
está quien dice que con los años el amor le da paso a la costumbre, quien así
asume la vida, nunca ha vivido lo lindo que es ver llover juntos, mirar el
atardecer, ver en la rutina un detalle que la haga diferente cada día, no
conformarse con un allí hay alguien a mi lado. Si no aquí a mi lado está el ser
que en esta vida más he amado.
Joel Paz