sábado, 25 de junio de 2016

Novela "Más allá del Arcoiris" capítulo IV por Joel Alberto Paz

Capítulo IV

 MEMORIAS DEL PASADO

Al día siguiente, Alberto sentado en el autobús en el cual se dirigía a su escuela, de repente se encontró pensando en su infancia en el orfanato. Desde pequeño tuvo en sus recuerdos la memoria de ese lugar, no podía dejar de pensar  en sus amiguitos, Cesar, Carlos, Ángel, Miguel, Leonardo, Antonio, Mariana  y especialmente en  Ramiro, por decirlo de alguna manera el más débil de todos sus compañeros de orfanato, y a quien él más quería. Recordó algunas noches anteriores a su escapada, era silenciosa y absolutamente despejada; con un cielo claro y lleno de estrellas que podía observar a través de los barrotes de la ventana de su cuarto, en fin era una noche  agradable, por demás.
Ramiro era un chico que siempre había preocupado a Alberto. Tenía dos años menos que él. Era listo, inteligente, pelo castaño muy claro, ojos color café, no muy alto y de características físicas, todavía, muy de niño. Alberto lo recordaba con mucho  cariño y su mayor sueño era poder verlo de nuevo, darle un abrazo y decirle: aquí estoy Ramiro, cuentas conmigo incondicionalmente.
     En el orfanato siempre buscaba momentos para acercarme a él, cuando teníamos oportunidad de salir al jardín a jugar, usualmente  no íbamos a la parte más apartada a charlar de nuestros sueños en los cuales nos perdíamos la esperanza de poder huir de ese desagradable lugar en busca de una mejor vida y una familia que nos quisiera. En ese entonces nadie sabía de mis intenciones y yo no tenía el menor interés de que alguien se enterara. Un día, después del desayuno, recuerdo que todos estaban muy ocupados en sus obligaciones, que eran muchas para la edad que la mayoría tenía, cuando de pronto a lo lejos divisé a Ramiro; sentí un gran dolor en mi alma pues me alejaría de él, por suerte el no me vio. Me escondí tras unos matorrales que había por allí y me quede observándolo. Se dirigía al lava coletos, supuse al ver que iba en busca de una cubeta de agua para fregar el piso, pero no fue así se acomodó en un rincón  y solo podía observar como sollozaba, era obvio que lloraba, seguro por su desgracia, de estar encerrado en ese sitio donde los explotaban y hacían sufrir  horrores, por parte de doña Ramona. Verlo en esa situación me producía un inmenso e intenso desasosiego.
   Un momento después regresó y pasó cerca de mí sin verme. Lo seguí con la mirada, siempre en silencio. Él se fue alejando, se dirigía al jardín lateral del orfanato que estaba a unos trescientos metros de donde me encontraba escondido. Yo en cambio continué allí esperando el momento oportuno para realizar mi huida muy a pesar de quienes dejaba atrás y que aún cuando tenía la firme convicción que haría lo que estuviese a  mi alcance para ayudarlos, no estaba del todo seguro que así sería, pues ni mi propia suerte la conocía, mi ruta de escape sería por el lado posterior del hospicio que terminaba en una quebrada que llegaba justo a una calle en la cual había un puesto de periódicos. De sólo pensar lo que podría ocurrir si era atrapado en el intento me mataba del miedo pero estaba decidido, cosa que a mis pocos años era algo muy característico en mi persona. De pronto me detuve. Se acercaba alguien, me escondí. Vi como Ramiro examinaba el terreno como buscando algo o alguien. Al cabo de un rato, cuando estuvo seguro de que en el lugar no había nadie se marcho en dirección del caserón que era el orfanato.
     Era una verdadera odisea el estar ahí preparado para  aquello.  De pronto me voltee para ver por última vez aquel lugar; pude de esa manera imaginar las caritas de mis amigos, más aún, pude imaginar el rostro de tristeza del miembro más pequeño de mi grupo; Ramiro. A pesar de que unos cuantos metros nos separaban en ese instante, yo me sentía como si estuviera a su lado. Por mi mente pasó una idea fugas de regresarme a tratar de persuadirlo para que huyera conmigo, pero conociéndolo no se atrevería, pues por mucho o por poco allí no le faltaba algo que llevarse a la boca y aunque a escondidas contaba con el cariño de doña Ángeles. De esta manera esta idea se desvaneció rápidamente.

     La noche anterior, después de comer, invité a Ramiro a conversar a un lugar un poco alejado de la casa, debajo de un árbol al cual solía ir cuando quería estar solo. Aceptó. Al llegar a los pies del árbol, que estaba rodeado por hierba, nos tiramos al suelo y conversamos durante un rato. Los dos estábamos acostados, uno al lado del otro, mirando las estrellas. De pronto le pregunté  que si en algún momento no había pensado en escaparse de allí. Ramiro no lo negó, luego le tomé la mano y le dije: vamos a prometernos que si alguno de nosotros lograba algún día liberarse de ese encierro, buscaríamos la manera de ayudarnos  

sábado, 11 de junio de 2016

Poema "Una Oda a mi Madre"





Una Oda a mi Madre

Tú, madre que como madre única,
Como el aire que tus hijos respiran,
Entretejes nuestros caminos con el tuyo,
Tierna y dulce nuestras frentes besas,
Cuan alto vuelan las aves,
Más alto vuela tu amor de madre.

Tú, madre eres la roca fuerte,
Sobre la que tus hijos sus destinos forjan,
Abeja que laboriosa nuestro sustento labras,
Nunca una queja de tus labios brotó,
De aquí o de allá tu amor bravío,
En tropel te lazabas para defender sus vidas.

Tu, madre tu corazón como panal de miel
tus labios cuna de buen consejo siempre fueron,
tus ojos como lámparas que por tus hijos velaban,
siempre orando al Señor por su bienestar,
victoriosa oda canta tu amor, amor de vida,
cual rosas frescas y ardiente fuego tu alma en gloria está.

Tú, madre nunca desfalleciste en tu lucha,
Puerto en el que desembarcar seguro,
Llenabas de alegría en el agobio nuestras vidas,
Tu misión como pastora de tu rebaño,
Gran maestra y excelente conductora,
Regazo de ensueño, jardín florido.

Tú madre, siempre sigilosa y presta,
Cuando en tu lecho viste acercarse tu hora,
Una oración al cielo por tus hijos elevaste,
Para que en esta tierra el desamparo no los agobiase,
Rompiste así las cadenas por el dolor de tu partida,
La belleza y luz de tu alma te ha ganado el cielo.


Joel Alberto Paz



jueves, 9 de junio de 2016

Poema "Un adiós a mi madre"





Un adiós a mi madre

Una mañana de mayo,
Una nube gris en mi cielo apareció,
Mi madre, mi ser más amado
De este mundo se marchó,
Quedando un profundo vacio,
En mi triste y solitario corazón.

Madre, mi sol y mi luna,
Mi luz en cada mañana,
Mi ocaso en cada  anochecer,
Testigo fiel fuiste en  mi vida,
Quien por mi orará cada día,
Quien me dará su bendición.

De tu último suspiro en esta tierra
Del último movimiento de tus tiernos brazos
Del último latido de tu amante corazón
Que ceso lentamente aquella triste mañana,
Somos  la evidencia de tu paso por esta tierra,
Por siempre tu amor grabado estará en mi corazón.

En el amor que me entregaste
Cada día de tu vida
Igual que el cariño que derramaste
Tras cada palabra que pronunciabas
Eternamente la esencia bendita de tu ser
Cuidará en este mundo mi caminar.

Ilumina, madre mía cada paso que tome,
Guíame como solo tu supiste hacerlo,
Para que el dolor de tu ausencia,
No socave  mi desolada alma,
Doy gracias a mi Todopoderoso,
Por la increíble bendición que fue,
Tenerte y llamarte madre mía.

Mientras el tiempo el dolor mitigue,
Humildemente, con el alma desgarrada,
expreso todo el amor que por ti siento,
En mi alma y mi corazón encontraras tu hogar
Porque en mi vida no habrá fuerza mas grande
Que tu amor, madre querida.


Joel Alberto Paz
(Tu hijo madre amada)

miércoles, 1 de junio de 2016

El Adiós a mi Madre



El Adiós a mi Madre

No existen palabras que mitiguen mi dolor,
Ni tiempo, ni forma que consuelen mi alma,
tu bondad y tu amor lección de vida fueron,
Cada vez que en ti pienso madre mía,
Siento que mi corazón se rompe en mil pedazos.

Por mi vida han sido muchas las personas que han pasado,
Pero tu estuviste y estarás por sobre todas ellas,
Tu amor por mi madre amada fue incomparable,
Hoy que ya no estás es cuando más falta me haces,
Madre bella, duerme tranquila en tu lecho eterno.

Hoy el dolor que invade mi ser es inmensurable,
Hoy un escalofrío triste y sombrío recorre mi cuerpo,
Hoy te digo adiós madre querida a tu viaje sin retorno,
Hoy te fuiste te fuiste al cielo donde tu amado Señor,
Hoy para mi serás el lucero que más brille en el firmamento.


Joel Alberto Paz