Más allá del Arcoiris
Esta novela narra la historia de un joven que a pesar de su condición de huérfano, supo luchar en la vida para alcanzar sus sueños, y saber que podía encontrar más allá del arcoiris.
DEDICATORIA
Al tesoro más valioso
que como ser humano
sobre este planeta
ostento poseer;
mi madre
Eva Angelina
AGRADECIMIENTO
A Dios que me da vida
a la vida que me da oportunidad
a mi madre que me ama
a mi hijo que es mi orgullo
a mi esposa que me sabe
tolerar
Sumario
Capitulo I –Dando un
vistazo al pasado 4
Capitulo II -Camino a la
libertad 11
Capitulo III -Una nueva Vida 21
Capitulo IV –Memorias del pasado 30
Capitulo V – Una decisión oportuna 33
Capitulo VI –
El momento de la verdad 40 Capitulo VII – Hora de
planificar 45
Capitulo VIII – Alberto y Claudio 52
Capítulo IX – El regreso de Claudio 65
Capítulo X – Un encuentro
fortuito 7
Capitulo XI- Descubriendo sus sueños 79
Capitulo XII – Aceptas o
no aceptas 82
Capitulo XIII - Una
decisión difícil
88
Capítulo I
Dando
un Vistazo al Pasado
Ya han trascurrido muchos años desde el momento que comencé a
vivir la aventura que me llevaría a convertirme en el hombre que soy hoy. Esa
tarde, tenía planificado ir a casa de mi madre con la fija intención de indagar
un poco sobre su vida antes y después de mi aparición, yo conocía parte de ella
pero ahora mi interés era hacer un recuento narrado de todos los aspectos que
envolvían a la gente que se había convertido en mi familia y que representaban
mi mundo actual. Eran las cuatro de la tarde, me levanté de la cama después de
haber tomado un descanso merecido, pues me encontraba en mis vacaciones de
navidad. Ya era todo un profesional, casado y padre de un hermoso niño, me
sentía muy satisfecho de todo cuanto había logrado hasta el momento. Me dirigí
al baño para comenzar mi arreglo, cuando
terminé, tomé un cuaderno de notas, un lápiz y me despedí de mi esposa
Catherine y mi hijo Daniel y me lancé en
busca de la información que necesitaba
para llevar a cabo la tarea planteada.
Al llegar a casa de mi madre, le expliqué cual era el motivo real de mi visita y ella
gustosamente accedió a responder mis preguntas. Así transcurrieron varias horas en una amena y nostálgica conversación…
Corría el mes de agosto de 1968, Rosa María Méndez se
encontraba en los últimos días para parir
a quien sería su único hijo biológico, se había mudado recientemente a
su propia vivienda, una casita compuesta
solo por una sala, una habitación y una
pieza trasera que servía de cocina y
comedor; afuera había un baño improvisado
con láminas de zinc, eso era lo de menos, era su casa y era lo que realmente importaba, ya que venía de haber vivido arrimada en casa de su suegra y como reza el dicho la visita al tercer día hiede. Amanecía el día dieciséis
del mes y un malestar para
ella reconocible, porque lo había visto
en otras mujeres de su familia que ya habían parido, la estaba aquejando. Por su mente cruzó un pensamiento,
llegó el momento, así se lo hizo saber a
su esposo Ricardo José Molero,
quien inmediatamente se dispuso a ir en
busca de la comadrona, quien sería la
persona que asistiría a Rosa María en
sus labores de parto, pues para la
época no era del todo fácil llegarse
hasta la ciudad de Maracaibo para
asistir a un centro de atención médica y ser atendida, además, por otra
parte, también Ricardo José fue a darle aviso
a Estela Sandrea, la madre de
Rosa sobre el acontecimiento que estaba
por suceder. Ella acudió a casa de su hija
con premura, pues Rosa siempre había
sido una hija obediente y
colaboradora. En el transcurrir del día se fueron preparando todas las cosas que la
situación ameritaba, sin embargo, para Rosa, aun cuando siempre se comportaba como una mujer fuerte y firme, se
le podía notar en el rostro una mezcla
de dolor, malestar y nerviosismo.
Eran ya las doce del medio día cuando comenzó Rosa María a
sentir contracciones que le indicaban que ya
nacería su hijo. Cada vez eran más
seguidas y dolorosas, todo el mundo se dispuso a
recibir el neonato, otra persona quien también se apersonó en casa de
la familia Molero Méndez fue Ángela, la madre de Ricardo José. Ella por
decirlo bien, era una de las pocas personas que trataron bien a Rosa durante su
convivencia en su casa, pues no era de ella de quien recibía
malos tratos, ni desprecios, ya
que Ángela, o como todos sus
nietos la llamaban magenca era de
palabra y hecho una persona muy cariñosa y
creyente.
Era la una de la tarde cuando finalmente, con el esfuerzo de
Rosa María, la ayuda de la comadrona y de todas las mujeres mayores de la
familia, nació un niño varón fuerte y sano.
Fue un acontecimiento algo especial, puesto que era el primogénito, además
nacía en casa propia, ya que se habían mudado solo hacía unos pocos meses
atrás. Una vez terminado todo el trabajo de parto, procedieron a lavar al bebé
y limpiar a su madre para que pudiera finalmente descansar de tan ardua y
loable labor, traer un ser humano al
mundo. Después habría tiempo para todas cosas que quedaban por hacer, era el
primer día de existencia en esta tierra
de aquel ser a quien aun no le habían escogido un nombre. Por su parte, las
respectivas abuelas salieron a dar la noticia al resto de la familia, que Rosa, o como
cariñosamente todos la llamaban Rosi, ya
había dado a luz a un varón. Ricardo José quien siempre se había
mostrado como un esposo amoroso y
preocupado por su esposa, no podía
esconder la emoción que sentía por su
recién nacido hijo. En su mente
revoloteaban ideas sobre cual nombre le pondrían, pero sabía que debía
esperar que Rosi estuviera en condiciones de
participar en esto, pues ambos acordaron compartir esto de escoger el
nombre que llevarían sus hijos, porque además solían ser una pareja muy unida, tanto para
el trabajo como para la familia, cosa que unos cuantos años más adelante, daría
un vuelco inesperado y extraño para
muchos, quienes los habían conocido por años.
Ricardo José y Rosa María, conformaban un matrimonio joven pues
cuando se casaron ella contaba con dieciocho años y él con veintiuno, a los once meses de matrimonio nació su
primer hijo, que ellos sin saberlo sería también el único. Como matrimonio eran
muy unidos, tanto que trabajaban juntos en su pequeña empresa, una fábrica de cotizas guaireñas,
contando para ese entonces con dos empleados, Fernando y Cheo. Además de ellos
dos, Ricardo José cortaba las plantillas de caucho y suela
y Rosa cosía las trabillas y
capelladas con las que se armaban las respetivas cotizas; parecía un negocio
próspero, puesto que ya le había permitido a Ricardo José adquirir una
camioneta F-100, de color azul celeste.
Al día siguiente del parto, temprano por la mañana, Rosa ya recuperándose, solo un
poco adolorida, le pidió a Ricardo José
que la ayude a sentarse en la cama.
—Bueno, mi viejo —dijo.
Así le decía cariñosamente a su esposo, quien la llamaba mi
vieja, al momento de hablarle.
—Creo que tenemos que
pensar en el nombre —continuó ella.
—¿Qué te parece si lo llamamos como el jugador extranjero
que salió en el periódico, el mes pasado
—propuso ella.
—¿Cómo era? —preguntó él
—Claudio —respondió ella.
—Fíjate que
hasta bonito es el nombre, y como
segundo nombre le ponemos Rafael —comentó
Ricardo José aceptando la propuesta de
Rosa María.
Ella
con la cabeza dio un sí.
Entonces así quedó
acordado entre ambos padres que su
recién nacido hijo llevaría por
nombre Claudio Rafael.
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