viernes, 17 de marzo de 2017

Novela "Más allá del Arcoíris" Capítulo VI por Joel Alberto Paz



Capítulo VI

El momento de la verdad


Conforme transcurrían los minutos durante la cena, Alberto no alcanzaba a pronunciar palabra alguna, estaba sumergido en sus pensamientos.
    De repente su madre quien lo observaba con detenimiento, dijo.
Hijo, mucho me gustaría conocer de tu pasado, para poder entenderte  mejor y amarte más, pero si tanta preocupación y desasosiego te produce el hecho de hablar sobre eso, no te angusties, no tienes que hacerlo. ¡Yo puedo seguir  esperando  hasta  que  estés  realmente  listo ¡  exclamó  Rosa.
    Alberto  levanto su  mirada  y  le  dijo:
No  madre, yo prometí que hoy te hablaría de ese pasado, y así lo haré, además, no solo quiero contártelo, sino que espero me des tu opinión y hasta algún consejo que seguro sabré valorar.
Hay algo que yo también tengo que decirte confesó su madre.
—¿Sobre qué? le preguntó él.
Se trata de mi hijo Claudio, recibí una carta ayer por la mañana, de su puño y letra repuso Rosa.
Y bien, ¿son  buenas  noticias? le preguntó.
Bueno, realmente no, pero me alegra saber donde está, aquí en el sobre esta su dirección dijo su madre mostrándole el sobre donde estaba la carta a Alberto.
   Él la tomo, y vio cual era la dirección de Claudio, se encontraba en una ciudad bastante cerca a la suya, solo unas seis horas en autobús. Por su mente cruzó la idea de ir a su encuentro para hablarle de su madre, y de cuanto sufría por su ausencia.
   Rosa que lo conocía bien, le dijo.
Me imagino lo que estás pensando, pero por el momento no harás nada, ni iras a ninguna parte, aunque la ciudad donde vive Claudio este a solo seis horas de aquí.
Está bien madre, ¡Cómo tú digas! exclamó él.
Por  lo  pronto, le escribiré, invitándolo a venir a visitarme para que vea, que  a  pesar  de  todo  lo  sigo  amando y  que  sigo  siendo su  madre  repuso  la señora Rosa.
Pues  bien, ya  hemos  acabado la  cena  le  dijo  la  madre.
Llegó el momento de  la  verdad  repuso  él.
     Hubo  un  silencio  de  minutos  que  parecieron  horas,  en  los  cuales  ambos,  madre  e  hijo  permanecieron  mirándose  el  uno  al  otro  como  queriendo  decir  sin  palabras  todo  cuanto  deseaban  decir. Al  cabo  de  un  rato, Alberto  rompió  el  silencio  dirigiéndose  a  Rosa  en  un  tono  de  quien  se confiesa  a  su confesor  pero  con  un  matiz  de  ternura  y  tristeza en  su  tono  de  voz.
Madre,  desde  que  tengo  uso  de   razón,  es  decir  desde  mis  primeros  años  de  vida  lo  único  que  recuerdo  es  ese  lugar,  en  el  cual  sufrí  mucho,  pero  donde  también   conocí  la  verdadera  amistad  y  lealtad  hacía  quienes  estaban  conmigo  en  la  misma  situación.
    A  medida  que  Alberto  hablaba  se  le  quebraba  la  voz,  él  siempre  tratando  de  ser  fuerte  para no llorar mientras contaba a su madre ese episodio de su vida.
     Así entre recuerdos contados transcurrieron  horas, su madre Doña Rosa lo escuchaba  atentamente, sin  interrumpirlo  en  absoluto, sabiendo  respetar  todo cuanto escuchaba guardando en su corazón la  verdad  de aquel hijo que  Dios  había  puesto  en su  vida  y  que  ahora,  después  de  conocer  todo  aquello  que  Alberto  le  contaba  con  lujo  de  detalles,  lo  amaría  más  aún  pues, si  algo  se  debe  valorar  en  el  ser  humano  es  su  capacidad  de  superar situaciones tan traumáticas como el  abandono  de  los  padres,  cuando  sin  causa  que  uno  pueda  comprender  dejan  a un hijo  a  la  buena  de  Dios  y  de  los  demás.
     Alberto  demostró  ser  todo  un  hombre  y  un gran  ser  humano, muy  agradecido  a  Dios  y  a  la  vida  por  todo  lo  que  le  había  dado,  tanto  lo bueno  como  lo  malo.  Esto  demostraba  que  a  pesar  de  su  triste  y tan sufrida infancia supo  sacarle  el  mejor provecho para  su  crecimiento  como  individuo de bien. Todo esto le  llenó  a  Rosa el corazón de tristeza, pero no  una  tristeza  que   desmorona  el  espíritu, sino  una  tristeza,  mezclada con ternura, compasión  y  cariño.  Este  era  aquel  niño  que  se  acercó  a  mí,  no  pidiéndome  comida, sino  por  el  contrario  solicitándome  la  oportunidad  de  ganarse  el  sustento  por  su  propio  esfuerzo,  eso  era  aún  más  valioso pensó  Doña  Rosa, una  mujer  que  aunque  humilde  tenía  muy  claro  como  debían  ser  las  cosas  en  la   vida  para  lograr  salir  adelante,  sin   caer  en  malos  pasos.
     Finalmente,  Alberto  terminó  de  hablar,  todo  quedó  en  silencio  por  unos  instantes,  al  cabo  de  ese  tiempo,  Alberto  preguntó.
¿Y  bien,  Madre?
Eres  un  ser  humano  maravilloso  y  un  gran  hombre,  hijo mío. Que  grande   es  la  vida  por  haberme  dado  este  regalo,  bien  dice  el  refrán  Dios  aprieta  pero  no  ahoga.  Un  hijo  se  fue  de  mi  lado, abandonándome  sin  razón  aparente,  pero  luego  apareces  tú  que  sin  exigir  nada  lo  único  que  me  has  dado  es  compañía, cariño  y  apoyo. Sabes, también debes hablar  con Catherine, tu prometida.
Si, Madre respondió  Alberto.
Debes  agradecer  a  Dios  y  a  la  vida repuso  ella.
Si,  porque  a   mi  también  me  fue  dado  un  gran  regalo,  tú.
     En  ese  momento  a  ambos, tomados  de  las  manos,  se  les  llenaron  los ojos  de  lagrimas,  pero  de  la  emoción  que  todo  esto  que  se  decían  les causaba.
¡Madre!  —Repuso  Alberto—. Necesito  tu  consejo
Te  escucho  hijo  respondió  su   madre.
—¿Recuerdas  mis  compañeros,  del  orfanato  a  quienes  te  mencioné  hace  un  rato?  Pues  bien,  cuando  escapé  de  allí,  les prometí  que  algún  día  volvería  para  ayudarles  a  librarse  de  ese  horror.  Todos  estos  años  siempre  he  tenido  presente  esa  promesa  y  creo  que  ha  llegado  el  momento  de  hacer  algo  si  en  mis  manos  está,  pero  necesito  el  apoyo  y  la  ayuda  de  otras  personas  que  además  conozcan  de  manejos  legales  para  lograr  solventar  esta  situación  de  manera  apropiada.  Pienso  que  el  director  Álvarez  puede  ayudarme,  por  eso   es  que  he  decidido  contarle  mi  secreto,  que  además  se  lo  merece,  por  toda  la  confianza  y  el  apoyo  que  me  ha  brindado.
Bueno  amor,  lo  que  sucede  es que  tu  también  te  has  ganado  esa  confianza  con  tu  vivo  esfuerzo  y  dedicación repuso  su  madre.
Ahora  bien continuó  Alberto, estoy  seguro  que  el  director  Álvarez  es  la  persona  indicada  para  orientarme  en  este  aspecto  y  sé  que  si  de  su  parte  está  darme  otro  tipo  de  ayuda,  estoy seguro  que  podré  contar  con  él. 
     Convencido  de   esto  terminaron  la  conversación  y  decidieron  irse  a  dormir,  debido a la hora, ya  era  pasada  la  media  noche  y  debían  madrugar  al  día  siguiente,  solo  que  entre conversación  y  conversación  se  les  pasaron  las  horas  sin  darse  cuenta.
Bueno  madre  es  hora  de  irse  a  la  cama dijo  Alberto  sintiendo  que  se  había  quitado  un  gran  peso  de encima, pues  hasta  ahora  no  se  había  dado  cuenta  de lo  pesado  que  había  sido  para  él  guardar  este  silencio  todos  estos  años.
Si  hijo,  que  el  Señor  te  bendiga. Hasta  mañana dijo  Doña  Rosa.
Hasta  mañana  madre  querida respondió  Alberto.

   Y  así  ambos  se  dirigieron  a  sus  respectivas  habitaciones.

Poema Constancia de una vida

              


  I

El recuerdo como un susurro
Resuena en mi memoria
Como el cantico glorioso
De la matinal golondrina.

Se oye  allá en la orilla
Al pescador que entreteje
Sus redes y sus anzuelos
Para a la mar en faena embarcarse.

La arena llena de sus historias
Historias de vida sudor y lagrimas
Canta hombre tu canto
Pescador que sueñas cantando.

Que el mundo sepa,
De tu playa y de tu canto,
Que de tu garganta resuelle
Como resuella melodiosa tu alma.
  
   II

Constancia de una vida
En el devenir de la existencia
Ser feliz porque feliz es tu nombre
Como la playa es feliz en la arena.

Respira el pescador el salado aire
La felicidad cuando su rodilla
Conforme inca en la tierra
Por solo respirar aquel salino aliento.

Parece el pescador como si tocara
El aterciopelado azul del cielo
Es como si tocara la tersa de su amada
Trayendo frescura a su sosegada vida.

Aire, tierra, sol y agua
Mar que su sustento lleva,
Con todos o sin todos
Tiene el amor por su tierra.

Nada pasa y pasa todo
Estas en todas partes
Y no te encuentras en ninguna
Andas escribiendo tu vida en la arena.

III

Vives de lo que vives
Y nadie quitártelo puede
Sueñas con lo que sueñas
Sin molestar a nadie.

Desde los primeros años
Los caminos del mar recorres
Porque esos fueron los caminos
Que recorrieron tus padres.

 Orgullo de tu pasado
Alegría de tu presente
Ríes cuando llorar debes
Lloras cuando reír quieres.

Pescador de sueños
De ilusiones marinero,
Aunque por los cuatro costados
Siempre tu corazón está abierto.

Que le vas a hacer
Si feliz así mismo eres
Das fe y eso nunca miente
Arriba el cielo, abajo el mar y tierra.

    IV

Como un árbol riguroso
Ejemplar hombre eso eres
Constancia de vida
 Con tenacidad implacable te yergues.

Cuentan que en un pequeño pueblo
Un pescador al cielo rogó piedad
Para que la divina gracia
Su suelo nunca dejara.

Anda lejos hombre de pueblo
Que sin ser errante caminas
Como pájaro que libre
Por el firmamento vuela.

De aquel lúcido recuerdo
De la brisa fresca de aquel enero
Reflejadas en la arena que el mar bañaba
Sin tregua se desbordan tus bríos.

Bendecido fue ese pueblo
Por la gracia de aquel pescador
Quien desde sus primeros años
De la pesquería hizo su amor.


Joel Alberto Paz